martes, 8 de noviembre de 2011

Los límites en la educación infantil

      
   Los límites son un marco de referencia, seguridad y contención; ayudan a los chicos a organizar su vida interior y exterior; a saber qué está bien y qué está mal, qué está permitido y qué prohibido.
         Al poner un límite enseñamos a los chicos a controlar sus impulsos, a pensar y a buscar opciones alternativas para enfrentarse a la vida.
         Si bien cada familia y cada hijo es único e irrepetible, detrás de un límite esta siempre la necesidad de nuestros hijos de ser contenidos y la nuestra de contenerlos.
         Son muchas las frases que escuchamos a diario cuando los papás y mamás sienten que algo tiene que cambiar: “ya no sé más que hacer con él”, “me siento agotada, hace lo que quiere”, “ni las penitencias ni los regalos evitan el escándalo”.
         ¿Cómo actuar frente a los berrinches/rabietas de mi hijo?
         Debemos entender que es absolutamente normal que nuestros hijos demanden, pidan y tengan deseo de todo en todo momento. Pero es imposible de ser satisfecho, y tampoco es sano para él.
         Marcando pautas claras desde el nacimiento, mostrándole lo que puede y no puede hacer, vamos poniendo límites y los “NO” bien claros, sin castigos físicos ni psíquicos.
         Debemos pensar también que los niños que no tienen límites dentro del hogar tampoco los tendrán en la institución escolar. Y aquí es donde los problemas se acentúan aún más. El primer y principal límite de los niños son sus padres, si estos no funcionan como corresponde, el colegio es poco lo que puede hacer al respecto.
          Algunas pautas a tener en cuenta en todo momento:
  • Mostrarnos seguros, pero con afecto, y hablándoles mucho;
  • Coherencia entre mamá y papá;
  • No dar dobles mensajes;
  • Respetar su enojo sin necesidad de intervenir, acompañándolo y dándole tiempo para que se le pase;
  • Ser concretos, dándole la explicación necesaria de acuerdo a la edad;
  • Limitarlos estando nosotros tranquilos, sin gritos;
  • Formular el límite de manera positiva, por ejemplo “Habla bajo” en lugar de “¡No grites!”;
  • Desaprobar la conducta, no al niño.

         Es tan perjudicial la falta de límites como el exceso de los mismos.
         La falta de límites produce hijos que hacen todo el tiempo lo que desean, no pueden esperar; son chicos que pueden sentirse no mirados o no queridos.
         El exceso de límites genera hijos con miedo, inhibiciones y bronca.
         El límite con un perfil educativo facilitará el entendimiento del mundo, habilitando la capacidad de preguntarse y crecer.
         Hay que tener en cuenta que la finalidad del límite no es el total acatamiento solamente, sino la posibilidad de aprender y la responsabilidad por las propias acciones.


Lic. Julieta Gagliardi (Psicopedagoga)
Lic. Natalia Pozzi (Psicóloga Infantil)

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